domingo, 27 de marzo de 2011

La evolución de uno mismo: rompiendo paradigmas

Maricarmen dijo algo: "Soy muy exigente conmigo misma, prefiero de plano no entregar un trabajo a entregarlo mal hecho... pero ahora con mis hijas y la escuela veo que eso ya no es tan viable". Marlene tambié comentó algo: "Quise leer tu ensayo de Historia (refiriéndose a mí) y vi que lo hiciste al aventón" a lo que contesté que era cierto: la migraña me había dejado un tanto tirada y en medio de mi atolondramiento Alberto me ayudó a redactarlo.

Uno está acostumbrado, como estudiante, a hacer ciertas cosas. Dependiendo del nivel de exigencia que se tenga consigo mismo, qué tan críticas o extremas osn las medidas que toma, como maricarmen que prefiere desvelarse y echarle todos los kilos antes de entregar algo que considere mediocre.

La gente inteligente suele ser terriblemente exigente no sólo con el mundo que le rodea, sino con uno mismo. A mí misma me pasa que cuando quiero escribir algo no debo ponerme a releerlo demasiado o termino echando por la borda todo mi trabajo por no ser suficientemente bueno. De menos me pasaba. Alguna vez escribí 20 capítulos de una novela, y al releerla me chocó y la borré, completita. Ahora me arrepiento. Ser tan exigente con uno no mismo no siempre es positivo.

Y menos cuando uno trabaja, estudia, tiene hijos y lleva una casa. No hablo sólo por mí: lo veo con Maricarmen, con Gaby E., Gaby M, Nohemí y Marlene y el resto de mis compañeros. 

Nos exigimos la perfección pero la cantidad de trabajo es abrumadora y a veces nos rebasa. ¿De verdad es que nos rebase? ¿o noe stamos exigiendo de más ante los estándares propios y personales de lo que es perfección?

Si el ritmo de vida nos tiene tan saturados, tal vez sea conveniente por sanidad mental bajar un poco esos estándares: romper los paradigmas. Yo empecé a hacerlo. No se trata de caer en la mediocridad, se trata de no morir a causa del estrés en el intento de ser maravillosos estudiantes, perfectas amas de casa, madres modelo y empleados del mes. There's so much one person can handle.

Escribir un ensayo de Historia mediano y repetitivo por migraña en otro momento me habría pesado terriblemente. Me habría apaleado mentalmente durante una semana y probablmente habría hablado con el maestro para conseguir una prórroga. ¡Habría conseguido una nueva migraña! No lo vale.

Hay que darnos cuenta de que nuestra realidad de estudiantes no es la del estudiante universitario promedio. En nuestro tercer semestre no somos ningún grupo de muchachitas de 18 años sin más responsabilidad que la escuela y mantenidas por nuestros padres... ni remotamente nos acercamos a ello. Ergo es necesario afrontar nuestra realidad sí con la mayor disposición a sacar bien la escuela, pero sin que vaya en contra de nuestra propia salud. Repito: romper los paradigmas y volverlos a crear.

lunes, 21 de marzo de 2011

Naco es Chido

Desayunando el otro día estábamos platicando respecto a lo que es ser naco. En la mesa de siempre teníamos de invitado especial al buen Félix, que nos contestó que "naco" para él no es peyorativo. Nohemí decía que sí lo es, que cuando ya no halla un insulto que le quede a alguien, de naco no lo baja. 

Si nos vamos a una definición encontramos en la siempre socorrida Wikipedia que "Naco Palabra usada en el siglo XIX para referirse a la gente que no tenía el hábito de asearse, actualmente es usada para referirse a la gente vulgar". Nohemí 1, Félix 0.

En otra definición encontré que viene de la combinación de "nacido" (na) "corriente" (co) pero aunque suena medio coherente no acaba de satisfacerme.

Salió también el comentario de que lo naco es como lo saturado pero de mal gusto, una idea que se ve muy clara (pero a forma de hacer negocio) en el barecín de nombre Mexinaco donde dicen, textual, "el lugar naco para la gente fresa, y el lugar fresa para la gente naca". Nunca me había topado con la definición de ser naco tan de frente como en este curioso lugar de la Condesa:


Sin embargo, Félix, defiendo aún que Naco es chido, nos comentó que en un curso que tomó de arte barroco, la maestra le comentó que realmente los mexicanos somos muy barrocos: terriblemente saturados (entendiendo que el término barroco originalmente tuvo un sentido peyorativo, con el significado de recargado, desmesurado e irracional, hasta que posteriormente fue revalorizado a fines de siglo XIX por Jacob Burckhardt y luego por Benedetto Croce y Eugenio d'Ors.)

Así que esa mega saturación, tan típica en México y en particular de los llamados nacos es barroco. Ergo, la tésis de Félix es que los mexicanos son nacos, en su gran mayoría. Porque los nacos tienen su propio lenguaje que no todos entendemos. Para demostrarlo nos canturreó parte de la letra de la canción Chilanga Banda de Café Tacuba:



Es cierto, no todos entedemos por completo todo lo que quiere decir la canción. Pero ¿de verdad ser mexicano es ser naco? No lo creo. Coincido en que somos muy barrocos: nos gusta la saturación (en general). No estoy de acuerdo en que todos los mexicanos somos nacos, pero claro a mí en mi trabajo me dicen freski (entiéndase "fresa") así que supongo yo no sé de eso.

Pero la discusión es enriquecedora por abrir puertas no exploradas y visiones ajenas a la propia. Ante todo, creo que como futuros pedagogos nos da mayor perspectiva respecto a lo que hallaremos en nuestro camino.

lunes, 7 de marzo de 2011

Apoyo u obstáculos

Una de las cosas que nos han repetido hasta el cansancio nuestros profesores desde que entramos hace un año a la licenciatura es que el educador debe hacer más transitable el camino por la escuela. El aprender es un proceso doloroso, pues entre más sabemos más nos damos cuenta de que no sabemos. Ése ir descubriendo que lo que creías saber no es cierto, en parte o en su totalidad, causa conflicto: por ello necesitamos un educador (docente, maestro, profe, miss) que nos haga el camino más transitable y, ante todo, amigable.

¿Pero qué pasa cuando los que te hacen intransitable el camino en la escuela son,no tus compañeros de clase o tus profesores, sino los externos que observan?

Regresar a la escuela, para mí, no fue fácil. Analizando mi situación de vida, parecía imposible: madre soltera, en necesidad de mantener a mi hijo a mis veintitantos años antes que seguir con mis caminos inconclusos. A ello se aunó, en su momento, que mi ex-pareja no apoyaba la idea de que yo estudiara. Seguía repitiéndome una y otra vez "¿para qué quieres estudiar? no lo necesitas". A final de cuentas, eso pesa. Más tarde mis padres, bien que mal, se quejaron ante la idea de que me fuera desde temprano y dejara a mi hijo a su cargo para ir a la escuela. No era que les desagradara la idea de que yo estudiara, pero les iba a quitar cierta comodidad.

Fue gracias a Alberto, mi novio, que regresé hace un año a la escuela. Si alguien me ha instado y apoyado para este regreso ha sido él. Me recuerda que debo hacer mi tarea, me sonríe con picardía y cierto orgullo cuando le platico mis reflexiones y las cosas nuevas que aprendo. Es una gran motivación para mí, ergo, un gran apoyo. Me hace transitable este camino de por sí pesado y difícil (tanto por mis circusntacias de vida como por el hecho de ser "doloroso" el tránsito por el camino del aprendizaje)  y eso se agradece bastante.

Ahora bien, es curioso encontrarte con que el mismo hecho de ser obstáculo puede ser motivante. Tal vez no la motivación que uno desea, pero al fin y al cabo motivación: una de mis compañeras se enfrenta que su pareja no la apoya con la escuela. Ella ha decidido que nada más por demostrarle que sí puede y que él no la va a detener está haciendo todo lo posible por sacar la carrera. Lo que podría ser un obstáculo en otra circunstancia, con otra mentalidad, en este caso es un apoyo (extraño, si quieren), una motivación para salir adelante.

No hay que olvidar que el mismo hecho de tener gente con quién compartir el gusto y la pasión por ir a la escuela: tener un grupo de amigas, compañeras de clase, que vayan jalándola a una para seguir estudiando es uno de los mejores apoyos que hay. 

Es cierto, hay mil cosas en contra de nosotros: pero entre más tenemos en contra, más ganas para salir adelante.